domingo, 17 de junio de 2007

Queda lejos...



Sí...queda lejos aquel tiempo de los besos de colores y la caricia con sabor a manzana... ese tiempo donde mis pupilas sólo se contenían en las suyas y el mundo estaba demás si él estaba y si no estaba no había nada...
Queda lejos el desierto y ese desandar sus pliegues en busca de la flor de cactus amarilla que contenía las primicias del rocío del día para dejarla en sus labios...
Queda lejos la mariposa que revoloteaba el aire que respiraba y se quedaba suspendida en mi risa de primavera.
Queda lejos el sobrecogerse en un segundo frente a su voz, a su mirada, a su presencia... y el instante de la magia infinita en que me diluía en él. Y toda mi esencia quedaba en sus manos, en sus ojos, en sus labios, en su piel... en su alma.
Queda lejos el sentarse a la orilla de la medianoche para ver caer las leonidas sobre nosotros y apresar ese silencio del universo derramado misteriosamente sobre la tierra...
Queda lejos su mano aprisionando la mía...
Queda lejos el amanecer y los besos que me dejaba bajo la almohada, sobre el espejo... en el parabrisa... en el borde de la taza de café con leche cada mañana...
Quedan lejos los mensajes de mediodía... de mediatarde... de medianoche...
Quedan lejos los poemas de Sabines, de Salinas y de la Ivonca.
Quedan lejos nuestras primeras complicidades... nuestras últimas complicidades...
Queda lejos la esperanza compartida. Esa ilusión del encuentro en cualquier calle, en cualquier ciudad, en cualquier minuto de esta vida...
Quedan lejos las campanas que despertaban nuestro valle amaneciendo la luz de la aldea.
Queda lejos el sol de las seis de la tarde sobre nuestro desierto sinuoso y la búsqueda desesperada de sus labios sobre mi cuerpo.
Queda lejos esa Navidad del vestido melón y el amor servido en nuestra mesa palabra a palabra.
Queda lejos Madame Butterfly y Puccini caminando con nosotros...
Queda lejos su voz diciendo que me amaba.
Queda lejos mi voz diciendo que le amaba.
Queda lejos la alegría de amarnos.

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