Anoche nevó en Santiago.
Dormìa cuando el telèfono sonò y me invitaron a descorrer las cortinas de mi dormitorio.
Un paisaje blanco inundò mis pupilas.
La noche destellaba nieve por cada pliegue y mi àrbol mecìa los copos en sus ramas desnudas.
¡Le florecieron besos luminosos!
Fue impresionante.
Absolutamente maravilloso...
sin contar claro, las miles de personas que no tienen más abrigo que su piel y algunos restos de frazadas...muchas de ellas, para mí tienen rostros y nombres.
Esta mañana, la cordillera resplandecía, imponente, en toda su magnificencia.
El frìo rasguñaba mis huesos y un poco del alma tambièn...
jueves, 9 de agosto de 2007
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